sábado, 16 de octubre de 2010

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Luego de analizar un poco qué era lo que hoy me pasaba, decidí interrumpir la espiral hermenéutica en la que creo estaba inmerso, para aceptar la momentánea realidad de ser mortal. Pero no sólo eso, sino además la imperfección que me caracteriza respecto al resto de los mortales.
Es verdad que no creo en la perfección, ni en una Verdad Absoluta, ni espero el fin de nada, ni tengo   preferencia por el mal. Es cierto además, que soy muy poco interesante para una sociedad y que los éxitos debo cosecharlos entre mis afectos. Por fuera de esto, soy un simple tipo, con una vida común, preparado para nada y dispuesto a muchas cosas.
Y tan poco soy para la sociedad que no encuentro lugar en el que merezca ser escuchado: no me interesa la violencia, ni la indiferencia, ni el odio, ni los golpes, ni los excesos. Me quisieron enseñar desde jóven a ser un tonto y a pasar por uno de esos para tener éxito. Y es entonces lo que creo que soy: un tonto. Aunque debo a Philip Roth asumir que necesito inspiración. No me levanto por la mañana y me pongo a trabajar. Soy del tipo de anciano pintor interesado en la abstracción antes que la naturaleza muerta, aunque siempre necesite hacer un esfuerzo más: porque necesito inspiración. No puedo levantarme y ponerme a trabajar, no tengo esa capacidad.
Me cansé de protestar. Me harté de las quejas y la inoperancia. Estoy destruido por no encontrar un espacio fuera de mí. Ese afuera, ese limbo religioso que nadie ocupa me vuelve más vulnerable aún.
La realidad se encarga de golpearme una y otra vez: es a lo macho la cosa. Se trata del golpe por golpe, la técnica revolucionaria del equipo de Maradona en el mundial, cuya falacia ya fue corroborada. Pero, en la política sigue dando frutos. Es precisamente aquí donde Dewey me dice: acá está tu lugar, la critica de esa cultura. Pero tengo para decirle a Dewey que la critica no me alcanza. Entonces me grita: sin voluntad de transformación claro que no alcanza. Y ahí me pongo peor aún, porque por un instante dudo no de mi voluntad de transformación, sino de las posibilidades. Y allí vuelve Dewey: todo juicio es falible (inclusive éste, agregaría yo). Precisamente, discutir la cultura de la violencia debe necesariamente ser falible. Quizás no exista  en nuestra sociedad otra forma de socializar. Quizás nos una el miedo: a una dictadura, a la inseguridad, al hambre, a una guerra o a vivir el resto de nuestras vidas bajo tierra. No nos unen causas comunes y felices, ni sueños, ni el sentimiento de ser argentinos, latinoamericanos, ciudadanos o simplemente humanos. Los marxistas new age intentarán explicarmelo todo según el antagonismo de clase y las cadenas de significantes que dan lugar a una sociedad, o mejor dicho, a nombrarla. Aún así, prefiero quedarme con la sociedad marxista, aunque no crea que precede al hombre. La sociedad no me hace doler la cabeza. Son mis actitudes hacia la vida las que me hacen sangrar el alma. Es la forma de ver y hacer mi vida. No sólo veo cosas podridas, además no entiendo qué hacer. Sólo sé que algo anda mal. Y cuando no encuento las palabras precisas para el cambio, siento un vacío enorme.

sábado, 9 de octubre de 2010

Inside



Si al temerle pierdo un trozo de mi vida
y pensar en ese último adiós me duele,
si el momento que siempre soñé se hace carne en mí
prometo no olvidar mis palabras y tu bello rostro dibujado en lágrimas.

Ingrata es la solución y doloroso el costo de no creer
que fuera posible ser tan perfecto allí afuera,
quizás la experiencia de tu amor haya sido más
que la trascendente idea de un ser que alguna vez conocí.

Si es que me atrapa antes de tiempo será cuestión natural, en la que espero tan sólo
poder elegir el momento en que mis manos ya no sientan movimiento,
y sumergidas en mi espalda, sientan el calor de las tuyas sobre mi corazón;
mientras tu memoria guarda por siempre el camino de nuestro encuentro.

Y que sean mis pensamientos, libres para volar
cuanto quieran en el viento, y así me puedan recordar
porque así he vivido mi vida: libre y feliz
por haber vivido esa experiencia: la de soñar parado sobre mis pies.