domingo, 21 de noviembre de 2010

El otro y el desarrollo

En Cultura y Desarrollo Humano. Relaciones que se trasladan, el psicólogo Germán Rey señala que "si bien algunos señalarán que se trata de un simple cambio de pelaje del lobo, con el mismo apetito y las mismas garras, es claro que ya no estamos en las épocas en que la cultura era un factor accesorio y perfectamente secundario de los proyectos de desarrollo. Entre esas épocas y las actuales han sucedido modificaciones sociales que descentran el concepto de cultura, y por lo tanto, redefinen la naturaleza de sus relaciones con el desarrollo. La irrupción de la sociedad del conocimiento, la expansión de la información, el fortalecimiento de industrias culturales - globales y con una infraestructura de producción y de consumo inimaginables en el pasado-, así como la importancia de una política de reconocimiento y la aparición de importantes movimientos socioculturales le han dado otro peso y otra significación a la presencia de la cultura en el desarrollo".
En esta frase Germán Rey plantea el traslado que se produjo en la concepción del desarrollo, a causa de los modelos (difusionista, desarrollista o asistencialista) que fracasaron por extrapolaciones sin cultura, por aplicaciones sin historia.
Fue necesario un traslado, una nueva forma de comprender el desarrollo; y con éste una nueva manera de entender la cultura y las relaciones entre ambos. Esta última dejó de hacer simple referencia a las humanidades y las bellas artes, de ser un simple accesorio o “cadáver exquisito”, a plantearse como “una dimensión que cuenta decisivamente en todo proceso de desarrollo tanto como el fortalecimiento institucional, la existencia de tejido y capital social y la movilización de la ciudadanía” .
El desarrollo humano (valoración de la vida, puesta en marcha de capacidades humanas y bienestar) está vinculado en la actualidad con:
•    el progreso a la vida;
•    el fortalecimiento de capacidades relacionadas con aquellas cosas que una persona pueda hacer y ser (según los mecanismos para el cambio definidos por el postestructuralismo)
•    la libertad de poder vivir como nos gustaría hacerlo;
•    la constitución del individuo en sujeto de desarrollo, de actor (abandonando la idea de usuario o beneficiario);
•    progresión no lineal (ya no se trata de modelos a alcanzar).
Esto quiere decir que ya no puede pensarse el desarrollo como modelo único, unidireccional, feliz, plenamente eficaz; sino atravesado por tensiones, rupturas o discontinuidades que deben resultar vectores del desarrollo. Es decir, la ruptura no como impedimento sino como condición para el desarrollo. La dominación cultural reemplaza a la explotación económica: es la necesidad de reconocimiento cultural la injusticia fundamental. Reconocimiento de la diferencia, de lo heterogéneo, de las discontinuidades que serán las bases del desarrollo. En este sentido, las ganancias de los movimientos o luchas de minorías, el multiculturalismo, la afirmación de derechos civiles y la recreación de la democracia definen relatos sobre el desarrollo, a saber: la pobreza, la institucionalidad democrática, la participación, el género, la seguridad, el consumo, los derechos humanos y la mundialización.
En particular, el relato del consumo ha cobrado relevancia en relación a la nueva idea de cultura, debido a las nuevas expresiones de consumo cultural, promoviendo identificaciones e hibridaciones y desarrollo de industrias culturales.
Jesús Martín Barbero advierte, que si bien no se trata de un simple cambio de pelaje del lobo, no se cuestiona la cultura del desarrollo y a pesar de las esperanzadoras conexiones que ya planteamos entre cultura y desarrollo “no (habría que) olvidar la asimilación del desarrollo al crecimiento material y a la reducción de otros mundos de sentido que se ven presionados por las decisiones económicas y la planeación económica” .
A pesar de los avances en la relación entre cultura y desarrollo, permítaseme la siguiente intuición: el respeto por la alteridad y el reconocimiento como base del desarrollo necesitan de una nueva definición de la cultura. Siguiendo al filósofo norteamericano Richard Rorty: “El verdadero trabajo de construcción de una utopía multicultural y global, creo, será realizado por gente que en el curso de los siglos venideros desenrede cada cultura en un conjunto de finos hilos y trence, entonces, esos hilos junto a otros igualmente finos procedentes de otras culturas, promoviendo así la variedad-en-la-unidad característico de la racionalidad(3)” Promoviendo la racionalidad(3), es decir la tolerancia y pasando del reconocimiento al nacimiento de una nueva cultura que nos incluya a todos, argentinos o latinoamericanos, según el caso; creo será posible pensar en un verdadero desarrollo.
En primer lugar, el comunicador debe cumplir el rol de educador (de respeto por la diferencia e inclusive, en términos de Cortés, como alfabetizador “computacional” ). Debe ser aquél que facilite procesos de comunicación, interviniendo en las prácticas sociales, para que los sujetos puedan discernir entre aquello en lo que están de acuerdo y en lo que no (respetando las diferencias o, en palabras de Uranga la alteridad ), a fin de construir consensos y de que sean ellos capaces de definir políticas sociales pertinentes y construir juntos su imagen de futuro.
Es tarea de los comunicadores desatar los procesos que ayuden a la ciudadanía a definir sus deseos y acompañar los cambios. Resultará de su incumbencia, actuar como educador y dotar a la sociedad de la religiosidad (como actitud, y no como culto a un dios) que le permita desarrollarse, soñar y por ello, tener ideas. Ideas para dejar de lado las críticas al sistema que resultan ya anacrónicas y permitan al pueblo, ciudadanía, nación, sociedad (o el referente que desee utilizar quien quiera meditar sobre estas líneas) vivir como realmente desean. La izquierda sólo puede diferenciarse de la derecha. Mientras marxistas, estructuralistas, postestructuralistas, foucaultianos, liberales pragmatistas y socialistas defiendan puertas adentro sus ideas de desarrollo, de cultura, de política, de sociedad, de economía; las diferencias seguirán siendo respetadas, reconocidas. Pero nunca serán toleradas y no se dictarán leyes que incluyan a los excluidos. Será el eterno reconocimiento (fingido o no) de las diferencias, dentro de un modelo de desarrollo que al no cuestionar la economía más que para "atacar al sistema", cuanto mucho, hará que desciendan los niveles de sadismo de la sociedad, pero no hará feliz a los hijos ni a los nietos de América latina. Mientras, el lobo seguirá balando.

2 comentarios:

Gabriel Palumbo dijo...

Es un buen punto el que se plantea al final del artículo. Estoy de acuerdo, tan de acuerdo que intento, con más énfasis que eficacia, llevar "afuera" las discuiones que me interesan exponer desde el liberalismo pragmatista. Uno de los problemas que creo es necesario encarar más imaginativamente es el de las audiencias. Vengo insistiendo con eso desde hace mucho, en el blog hay algo escrito lateralmente sobre eso. La idea de pluralidad de voces no es un chiste, es un requerimiento de la sociedad nueva y abierta, y es francamente disruptivo para el sistema político, de allpi que la ley de medios sea lo que es y que genere los debates pobres y menores que genera.

Gastón Vega dijo...

Gaby, creo que la comunicación puede ayudar a la política a encarar imaginativamente esta cuestión. Pero para esto, primero la comunicación debe admitirse como una dimenión de las relaciones sociales y no buscar resolver problemas que no puede resolver. Asi como la política deberá admitir que no es su problema la comunicación y que los asesores de imagen cometen los mismos errores que el funcionalismo cometía hace por lo menos 50 años. Internet es una gran posibilidad como espacio público donde la pluralidad de voces tenga lugar. Mayor grado de democratización tendrá lugar cuando los políticos y comunicadores dejen de escuchar los bellos sonidos de las campañas y amplifiquen la voz de una ciudadanía que con los pies en la tierra pueda decirnos qué se necesita para vivir mejor.