viernes, 13 de junio de 2008

Condenado a ser

-Madre, soñé que era un príncipe!- susurró.
-Sos un príncipe m’hijo- con voz segura y poco dulce. Quizás porque el forzar esa dureza le hizo olvidar a quien le hablaba.
-Pero, los príncipes no...-
- Vení pa’ ca-
Mientras lo abrazaba, él sentía el hedor de su pelo mezcla de chipá y condimentos. La montaña de pelo ondulado, atado desde la frente a la nuca, y su postura en el sillón duro y destartalado, la hacían más pequeña aún. Y su sonrisa gigante reverberaba la cara del niño en una de sus comisuras.
- Me voy a la escuela, madre-
Lo abrazó fuerte. El niño cruzó la puerta. Ella lloraba.

Gastón Ariel Vega, 12/06/2008

No hay comentarios: